Abuso de poder


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Cuando llegó al aeropuerto desde La Habana, lo detuvieron. —¿Qué pasa? —preguntó. —Traés libros prohibidos —le dijeron—, estás arrestado.

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Tembló levemente cuando el Obispo metió las manos bajo su falda. Cerró los ojos. Se dejó llevar. Temía las consecuencias si se negaba.

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Le pidieron los documentos. Revisaron el auto. Como nada encontraban, uno de los policías lo entretuvo mientras otro echaba la merca.

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Recordó los azotes de su padre, su mal genio. Recordó su mal genio y los azotes a su hijo. Compungido, lloró a mares en sus adentros.

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Para firmarle la libreta y rendir el final de la licenciatura, el profesor le había pedido que vaya a su oficina. No quería, pero fue.

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Encontraba la casa sucia, las camisas mal planchadas, la comida insípida. Aunque su mujer se desvivía todo el día, solo recibía golpes.

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El sicario acribilla al periodista. Los policías entregan su cámara y notebook al gobernador. Este las entrega días después al fiscal.

Iván González, 2013 (CC BY-NC-SA).


Publicado en la Revista del PEN Club del Paraguay; 25. (2013). Págs. 53-58.

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