Carrera por kurtu

Ilustración de Robert Báez
La casa de la bisabuela Rosa, donde viví con mi madre hasta terminar el tercer grado de primaria, quedaba poco antes de la última curva del camino vecinal que conduce al centro de Yukyty, compañía de Nueva Italia. El tío Pablo, hijo de la bisabuela, vivía unos quinientos metros antes. Justo entre sus casas, había una recta, donde los más pequeños solíamos jugar partidís, carreras y otros juegos.
     Una tarde, mis primos mayores, Miguelí y Tito, nos hicieron la liga a Nino y a mí, que teníamos entre siete y ocho años, para jugar una carrera por kurtu, que eran las figuritas con retratos de futbolistas de la época que coleccionábamos en nuestras kurtureras. Nos convencieron de que apostáramos toda nuestra colección para quien gane una carrera de unos cien metros; ellos harían lo mismo entre sí. Los otros niños que nos acompañaban hicieron corro y nos dispusimos a correr.
     Se marcó la salida hacia la casa de la bisabuela; y la meta, hacía la del tío. Miguelí se quedó en la salida, para controlar que ninguno arranque con ventaja. Tito y los otros niños se ubicaron en la meta. Algunos me alentaban a mí y otros a Nino. Otros más se animaban a realizar sus propias apuestas a base de sus kurtureras.
     A la voz de tres, salimos disparados como cohetes y fuimos hombro a hombro hasta que, cerca de la meta, Nino comenzó a adelantarme y le jugué una zancadilla que nos hizo caer. Terminamos mordiendo el polvo y enredándonos en un soki que concluyó en mi llanto, luego de que Nino me propinara un puñetazo en el estómago. No recuerdo si finalmente Nino se llevó mi colección de figuritas. Sí recuerdo que nunca dejó de ser mi amigo el tiempo que viví en Yukyty.
Iván González, 2014 (CC BY-NC-SA).
Publicado en Okápe: vivir los espacios públicos, Gobernación Departamento Central, Areguá: 2014, págs. 40-41. Ilustración de Robert Báez.

Entradas más populares de este blog

Carrera de barcos en el Mburikao

Abuso de poder

¡Adiós! ¡Adiós! Pupitre