Carrera de barcos en el Mburikao

A inicios de los años 70, nuestro juego preferido en las calurosas siestas de verano era la carrera de barcos en el Mburikao. Formando canales y correntadas en un lecho duro, el arroyo corría en este trayecto detrás del entonces Hospital Juan Max Boettner —en un pedacito del barrio Santo Domingo, de Trinidad, en Asunción.
     Mi abuelo materno era el carpintero del barrio y trabajaba en un galpón detrás de la casa en la que convivía nuestra familia. En aquellos tiempos, los retazos de madera que le sobraban eran míos. Afanándome, con dos o tres de esos retazos construí lo que yo llamaba «mi barco Carabela», relacionándolo con los de Colón.
     Hacía rato que deseaba ganar en la carrera de barcos, siempre dominada por alguno de los Medina, Nelson o Fernando, y, entre otras cosas por las que los admirábamos, los más pillos del vecindario.
     Aquella siesta inolvidable, salí con mi barquito Carabela y fui a incitar la carrera de barcos. Casa por casa, junté al rato a mis amigos: José María, Carlitos, Luis, Nelson y Fernando. Las hojas de los guayabos tiritaban abrasadas por los rayos ardientes del sol y nosotros correteábamos, como Jasy Jatere indomables, bajando al cauce del Mburikao.
     Alineamos nuestros barcos en una curva del arroyo, donde iniciaba el barrio Chiquito, dejándolos ir con la correntada. Pronto mi barquito carabela tomó impulso y adelantó a todos. En el transcurso de la competencia, hasta llegar a la meta, en un remanso detrás de la cancha del 12 de Octubre, mi corazón no dejó de latir entusiasmado, saboreando la victoria que se veía segura. Desde aquella siesta, mi barquito Carabela se convirtió por mucho tiempo en el señor de las carreras de barco en el Mburikao y yo, en su envidiado dueño.
Iván González, 2014 (CC BY-NC-SA).
Publicado en el ABC Escolar del 28 de octubre de 2014, disponible en http://www.abc.com.py/edicion-impresa/suplementos/escolar/a-mas-preguntas-inferenciales-mejor-interpretamos-lo-que-leemos-1300249.html

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