¡Adiós! ¡Adiós! Pupitre
Pupitre era un banco muy engreído. Aquel día, sin embargo, estaba triste y lloroso. Ese sería su último día en clase.
Los chicos, que le vieron tan desanimado, prepararon en seguida una amistosa despedida. Pizarra le dedicó su mejor color.
Tiza le dibujó una graciosa caricatura.
Regla le besó cariñosamente en la mejilla.
Los muchachos quisieron que se quede.
María Carmen, en nombre de las chicas, le regaló una rosa.
Y Marta, la profesora, le llenó de mimos.
Pupitre se sintió arrepentido y pidió perdón.
—No te preocupes, le dijeron. Hace rato que te habíamos perdonado de corazón.
Los chicos, que le vieron tan desanimado, prepararon en seguida una amistosa despedida. Pizarra le dedicó su mejor color.
Tiza le dibujó una graciosa caricatura.
Regla le besó cariñosamente en la mejilla.
Los muchachos quisieron que se quede.
María Carmen, en nombre de las chicas, le regaló una rosa.
Y Marta, la profesora, le llenó de mimos.
Pupitre se sintió arrepentido y pidió perdón.
—No te preocupes, le dijeron. Hace rato que te habíamos perdonado de corazón.
Iván González, c1987 (CC BY-NC-SA).
Publicado en Eirete: libro de lectura 3, Fundación En Alianza, Asunción, 1995, pág. 161.
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